- El perro había sido rescatado semanas atrás y llevado a la Unidad de Protección Animal (UPA).
- Hoy, en una nueva jornada de adopción, en el parque Caldas, María (su dueña) y Mechudo (como se llama el canino) se reencontraron.
Hoy fue un día que recordó a todos que las segundas oportunidades existen y que el amor verdadero siempre encuentra el camino de regreso. En medio del bullicio del Parque Caldas, entre risas, voces y mascotas en adopción, ocurrió una historia que tocó los corazones de quienes fueron testigos: el reencuentro de María Carmenza Muñoz Cuervo y su fiel compañero, Mechudo, perdido hace tres meses.


La Unidad de Protección Animal (UPA) realizaba una nueva jornada de adopción responsable, donde llevaron a varios perritos y gatitos rescatados que buscaban un hogar. En medio del grupo de personas que se acercaban a conocerlos, un joven se detuvo de golpe, sus ojos se abrieron con sorpresa y emoción.
¡Ese es Mechudo! exclamó con voz temblorosa, mirando fijamente a uno de los peluditos de la jornada.
El perro, al escuchar su nombre, levantó las orejas, movió la cola y comenzó a saltar con la energía de quien reconoce algo más que una voz: un pedazo de su historia. En cuestión de segundos, el joven llamó a su madre, María Carmenza, quien llegó sin imaginar que ese paseo cotidiano por el centro de la ciudad se transformaría en un momento inolvidable.
Audio: la propietaria de Mechudo, María Carmenza Múñoz Cuervo.
Cuando María vio a Mechudo, no pudo contener las lágrimas. Lo había buscado, preguntado en tiendas y recorriendo veredas cercanas… pero nunca perdió la esperanza de encontrarlo.
Es un milagro, dijo con la voz entrecortada mientras lo abrazaba; Yo sabía que algún día volveríamos a vernos.
Los voluntarios de la UPA confirmaron que Mechudo había sido rescatado meses atrás. Estaba en buenas condiciones, con vacunas y cuidados al día, esperando un nuevo hogar sin saber que el destino lo llevaría de nuevo con su familia.
La escena conmovió a todos. Algunos transeúntes se acercaron a presenciar el emotivo reencuentro; otros aplaudieron y sonrieron al ver cómo la vida recompensaba la paciencia y el amor. Para muchos, fue una historia que les recordó la importancia de las jornadas de adopción, el valor del trabajo de protección animal y, sobre todo, la fuerza de los vínculos que se crean entre humanos y sus compañeros de cuatro patas.

María Carmenza agradeció profundamente a la Unidad de Protección Animal por su labor, destacando que sin ellos este reencuentro no habría sido posible: “gracias por cuidar de él cuando yo no podía encontrarlo. Hoy me voy con el corazón lleno” expresó, mientras Mechudo, ya en sus brazos, movía la cola con la felicidad de quien vuelve a casa.
Así, en un rincón del Parque Caldas, entre árboles y pasos de gente, se escribió una historia más de esperanza. Una historia que nos recuerda que cada jornada de adopción significa nuevos comienzos y reencuentros inesperados.


