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`No hay mal que por bien no venga`: la historia de la única familia que, de forma voluntaria, se alejó del Volcán

Este lugar está lleno de una leve melancolía. La casa blanca de portones y chambranas rojas, los potreros recibiendo el viento helado de la mañana, el revoloteo de tres niños en la entrada y el movimiento ordenado de enseres hacia un inmenso camión.

La reciente actividad del cráter Arenas del Nevado del Ruiz promueve un completo procedimiento de desalojo preventivo a las familias que habitan en un radio de 15 kilómetros alrededor del volcán. Justo al borde de ese límite ha vivido Yudy Viviana Sierra durante los dos últimos años: la búsqueda de un mejor futuro para ella y sus dos pequeños hijos la trajo del clima cálido de Cajamarca (Tolima) al frío del páramo, cerca al majestuoso Ruiz; estando aquí dio a luz a su niña que hoy tiene un año y medio.

El mayor tiene 6 años y se llama Kevin Albeiro; corre de aquí para allá y habla con los miembros del Cuerpo Oficial de Bomberos encargados de llevar las cosas de su familia al camión que los llevará a su nuevo hogar. En él se percibe una indefinible emoción, tal vez intuye que hay una mejor opción en otro lugar, mira con gratitud a los presentes y ayuda llevando algunas de sus pertenencias; se trepa a la escalera en la que se convirtieron las estacas del camión y desciende con agilidad para seguir en su labor de recorrerlo todo por última vez.  

Bayron tiene 3 años, habla en su propio idioma, pero su hermano nos traduce que cuando sea grande quiere ser bombero; tal vez observar cómo los ayudaban a salir de allí le dejaba una idea de heroísmo; no deja de mirar cómo poco a poco los muebles, camas, mesas y juguetes van llenando esa especie de arca que los llevará de regreso a casa.

Las condiciones en el entorno motivaron a Yudy a solicitar ayuda para desalojar el predio que habita, el cierre de la carretera que conduce al Parque Nacional Natural Los Nevados impide que los productos que ella elaboraba se comercialicen, por lo tanto, el sustento de sus hijos se ve comprometido y quedarse en el lugar ante una eventual emergencia no es una opción.

Sus días iniciaban un par de horas antes que el sol asome, adelantaba la preparación de los alimentos para ella y para sus hijos, ordeñaba la vaca que el propietario de la casa le permitió para su sustento y con la leche elaboraba los yogures y quesos que vendía al borde de la carretera, antes de que fuera declarada la alerta naranja por el aumento en la actividad de Nevado del Ruiz; los fines de semana, días de mayor afluencia, ponía en oferta arepas, empanadas y chorizos.

El desalojo preventivo en la zona de riesgo no es un tema sencillo, sus vidas se han desarrollado en este ecosistema que les ha entregado todo lo que tienen. Por generaciones, sus familias han crecido a los pies del león dormido, allí está su sustento, su quehacer y su existencia, es comprensible el arraigo por su tierra paramuna y por los animalitos que les sostienen la economía; es entendible que les de temor abandonar su ‘rancho’. Total, allí están hundidas sus raíces, pero la integridad y sus vidas mismas son la gran prioridad.

En el caso particular de Manizales, la familia de Yudy es la única en el perímetro indicado para el desalojo preventivo y su voluntad permitió una reubicación exitosa. Una vez se hizo el censo y se identificaron sus necesidades, la Alcaldía por medio de la Unidad de Gestión del Riesgo emprendió una cruzada para cumplir el traslado de esta mujer, madre cabeza de familia de 25 años. Las ayudas no tuvieron un compás de espera, los recursos necesarios para conducir a Yudy a su municipio de origen se brindaron en el tiempo preciso: alimentación, vestuario, traslado y subsidio de vivienda fueron gestionados de la manera más adecuada para ellos.  

El regreso

Todos los enseres fueron ubicados con cuidado en el vehículo; las puertas de la casa quedaron cerradas, las ayudas alimentarias aseguradas en el mejor lugar. Kevin daba una última ronda por los alrededores de la que sería su casa hasta ese momento; de repente, se da cuenta que uno de sus compañeros aguardaba detrás de un cerco.

   ͞   Este balón no se puede quedar aquí solo, murmuró con voz suave.

La carpa del camión estaba ya cerrada y pronto emprendería su rumbo.

   ͞   ¿Dónde podemos llevar este balón? Preguntó mientras corría con él, con sus manos en alto.

   ͞  ¡Échelo aquí adelante! Dijo el conductor.

Ya no quedaba nada en esa casa, sus pertenecías estaban acomodadas y solo faltaban los pasajeros. Unas breves lágrimas rodaron por las mejillas de Bayron. Sin embargo, al saber que se encontraría con su tío Andrés, una sonrisa apareció; tomó de la mano a Itzaiana, su pequeña hermana y con ayuda de su mamá subieron a la nave que los transportaría lejos de allí.

La vida cerca al volcán no era fácil. Una separación amorosa y la crianza de los tres pequeños hicieron estragos. La soledad de esta mujer en esta tierras frías ya comenzaba a hacerse insostenible. No obstante, pagar un trasteo hasta su ciudad de origen para comenzar de nuevo no eran una opción; los recursos siempre han sido escasos. Tal vez el Nevado del Ruiz les ayudó a dar ese paso que veían tan lejos.

Yudy Viviana Sierra, madre reubicada

Partieron a eso de las 9:00 a.m. y llegaron a Cajamarca a las 2:00 p.m. Fue un viaje tranquilo según dijo Yudy, que hoy está feliz y ubicada de nuevo en su pueblo. Tiene ya algunas opciones de empleo y los niños están próximos a entrar a estudiar.

Está muy agradecida con la Alcaldía de Manizales. Regresar a casa siempre es bueno cuando las condiciones son propicias. Por ello, es sabio decir en este caso que no hay mal que por bien no venga` y al parecer la situación de riesgo del Volcán Nevado del Ruiz le permitió volver a donde pertenecía y encontrar mejores opciones, al lado de su hermano y de sus conocidos, sin la eventual afectación por la cercanía del Arenas.

La mejor manera de salvar vidas siempre será prevenir

Así lo manifiesta Alexa Yadira Morales, directora de la Unidad de Gestión del Riesgo de Manizales, quien expresó que continuará con el seguimiento y acompañamiento a la familia.

Alexa Morales, Directora de la Unidad de Gestión del Riesgo

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